jueves, 23 de diciembre de 2010

...año rojo



Año Rojo

                “Así pues, la Fiesta no es solamente un exceso, un desperdicio ritual de los bienes penosamente acumulados durante todo el año; también es una revuelta, una súbita inmersión en lo informe, en la vida pura. A través de la fiesta la sociedad se libera de las normas que se ha impuesto. Se burla de sus dioses, de sus principios y de sus leyes: se niega a sí misma.
                La Fiesta es una Revuelta, en el sentido literal de la palabra. En la confusión que engendra, la sociedad se disuelve, se ahoga, en tanto que organismo regido conforme a ciertas reglas y principios. Pero se ahoga en sí misma, en su caos o libertad original. Todo se comunica; se mezcla el bien con el mal, el día con la noche, lo santo con lo maldito. Todo cohabita, pierde forma, singularidad, y vuelve al amasijo primordial. La Fiesta es una operación cósmica: la experiencia del Desorden, la reunión de los elementos y principios contrarios para provocar el renacimiento de la vida. La muerte ritual suscita el renacer; el vómito, el apetito; la orgía, estéril en sí misma, la fecundidad de las madres o de la tierra.”

(Fragmento de “Todos Santos, Días de Muertos” en El Laberinto de la Soledad, de Octavio Paz)

                Mis años se tiñen de colores. Naranjas, azules, amarillos, rojos. Cuándo comienza uno y acaba el otro, es una escala de tonalidades que no se podría simplificar en una unidad definida de tiempo-espacio. Tampoco en un cambio anímico, ni en una mudanza de casa, ni siquiera en una idea. Sencillamente se suceden, me envuelven de a poco como las fibras de algodón que envuelven a la oruga. De pronto una  mariposa nace en mis sueños y sus alas brillan de un modo único.
                Este “año” ha sido rojo. Aún lo es.
                Y rojo de dónde. Sin caer en un determinismo simbólico alrededor del rojo (al estilo Michel de Certeau), es inevitable asociarlo a la sangre, al corazón. Es también color de transformación (pero a diferencia del naranja, ésta es violenta, transgresiva). Rojo intenso. De sueños en llamas: lenguas de fuego que se enriedan sobre el cemento de los edificios, que devoran las alturas. Rojo de círculos rituales, de danza alrededor del calor interno. Rojo de las venas ardientes, de los pies hinchados y de la boquita de muñeca.
                Intensidad. Amaneceres como pájaros de fuego. Efímeros cuerpos que se desvanecen en el espectro lunar, para florecer reemplazando algún edificio. Grandes estructuras que se derrumban. Las hormigas rojas comiendo todo lo que hallan a su paso: bicicletas, palmeras, bibliotecas, espejos y amantes. Un ejército de insectos devorándose los escombros de la ciudad. Devorándonos y con nosotrxs a nuestros sueños.
                “y en medio de tantos cambios interiores, tu cráneo, lleno de una nueva vida, en vez de pensamientos… dará flores”  (Manuel Acuña)
                Nace allí una rosa roja. Capullo y explosión de vida.
                Sueños en llamas. Visiones que nacen del estómago. Repulsión que vomita broncas, que escupe vísceras humeantes. La sangre que derrite la nieve, el charco que inunda la plaza, corriente brusca que se mueve de la calle al parque. Noche que se cierne sobre los mediodías de las casas en la altura, su cielo es espurio: sus estrellas son rojas. Grito que invade el pabellón de la sordera, ritual profano: danza alrededor de las leyes moribundas, palabra que estalla como un volcán en las grietas ciegas.      
                Círculo Ritual. Antorchas como manos que giran alrededor del cuerpo, que abrazan la tierra. La belleza del arte, de la danza y la música, multiplicada en espirales infinitas. Aprendizaje. De mi fuego interior, del fuego que nace desde otras personas, de nuestro fuego común: la razón final del rito. Ceremonias bajo la luz de la luna, asamblea. Árbol blanco que extiende sus raíces y acerca sus ramas al sol. De ellas nacen flores de todos los colores.
                Roja de pasión. Por la vida, por los seres. Roja de amor resplandeciente, chispa que se enciende adentro mío y se extingue en los brazos de otro. Roja de estrellas atadas a un cordel, de palabras libres y revolucionarias. Roja de frío. Roja de calor. Río rojo que une mis pies con mis manos, corazón con cabeza; río que transcurre entre la mañana y la otra mañana, que desborda de los sueños y de los pensamientos para instalarse como una sombra, como una fuente constante de lujuria y risa desbocada. Como una herida, una rajadura permanente que va dejando mi rastro en el camino.    

.río y desciendo -crezco- de la montaña al mar. Soy risa y río, amando al mar.


El “fin de año” nos ubica en ese espacio de recapitulación y de deseo. Es la Fiesta del fin, el instante que coagula en un mismo encuentro el recuerdo -diario, bitácora de viaje- y el futuro -poética del pasado-. Si cada día es un año nuevo, cada día es una Fiesta. Cada día es posible el renacimiento, la Revuelta. Enardezcamos los corazones, que las rosas están despedazando el cemento.




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