Letras partidas a cuchillo, sangrantes sobre una tabla virtual. Cáscaras de remolacha, semillas y frutas danzando circularmente en las manos... incluso fuera de nuestros propios bordes, los sabores se desparraman por la mesa e invaden con su aroma el resto de las habitaciones
jueves, 9 de mayo de 2013
Y si me debilito y me tropiezo con la misma piedra, ¿Quién va a levantarme? Ya no hay raíces para apoyarse, ni musas a la que aferrarse. Entonces, el acto de dirigir el pie con furia hacia la piedra parecería estúpido. Pero yo quiero tropezarme con esa piedra, y en vez de caer, romperme la pierna entera con tal de patearla bien lejos
domingo, 5 de mayo de 2013
viernes, 3 de mayo de 2013
Cómo sacude una tormenta.
Cómo
sacude una tormenta.
SEMANA
1/DESPUÉS
Cae la
tarde, la luz de afuera cede paso lentamente a las pantallas del interior. En
la vereda varias puertas se cierran desde afuera y las bicis parten rumbo a una
habitación seca. Mismas historias en las mismas veredas, colmadas de gente que
se desconoce.
Cierra
otra jornada de salvar las casas.
De
sacar y entrar muebles, lavar con lavandina, tirar, intercambiar dolores con
lxs vecinxs, salvar fotos o libros o plantas.
Cómo
sacude una tormenta.
Ya pasó
una semana y mi cuerpo parece no resistir más. Si no fuera por el corazón que
está tan lleno, tan abrazado.
Las
tardecitas-noches de regresar del día de limpieza de mi casa rumbo a otra, un
camino inusual a mis días: la costumbre rota.
18
DÍAS/DESPUÉS
Han
pasado dieciocho días de la tormenta y aún me encuentro en estado inusual,
revuelto. La intensidad de la lluvia y de los días posteriores aún hace eco en
mi cuerpo, en mis emociones.
El agua
en mi casa bajó a las 8 de la mañana del 3 abril, aún está bajando de mi
cabeza.
1 MES
MÁS TARDE/DIÁLOGO
no
quiero salir de casa, tengo frío
y estoy
hipersensibilizada
- por
la lluvia?
no… creo
que estoy un poco movilizada por todo esto
de
recordar la inundación,
de
alguna manera me hizo aflojar…
es como
si no se fuera más
el agua
- es como
que vino para quedarse, de esa sensación
si,
pero vino para quedarse como en casa
tomada...
se
quedó sin permiso, y empezó a ocupar espacio de nuestra vida cotidiana
Siento
que ha cambiado -o está cambiando- cosas mucho mas profundas
de lo
que podemos ver
o yo me
siento así, revuelta
A pesar
de todo, el balance post inundación se inclina hacia lo positivo, mucha gente
que estuvo ayudando a mucha gente, mucha distribución de cosas, mucha
organización de lxs vecinxs.
Mucho
sentir ese apoyo también, ese abrazo.
*
Hace muchos días que pasan por
mi cabeza historias, palabras y –sobretodo- sentidos alrededor del agua que
subió a nuestras vidas el 2 de abril. Las palabras son tan incompletas en estas
ocasiones que bajar algo de todo eso ha sido difícil, caótico, parcial… y atravesado
siempre (como ahora) por el llanto. Porque esa noche no era posible llorar,
tanto por desconocer la magnitud como por necesitar del cuerpo entero para
afrontar lo que vendría. No llorar fue parte de una resistencia.
Pero el día después, la semana
después y así los días que siguieron, hasta hoy; donde mi vecindario se
transformó en otro, yo me transformé en otra. Donde día a día ví multiplicarse
en las veredas muebles, estantes, colchones, barro, bolsas, libros, revistas,
fotos, cintas de VHS, casettes, computadoras, canastos, cds, frazadas, zapatos,
escombros, tristezas, manos, sonrisas, escobas, mates, lavandinas, esperanzas,
insistencias… día a día los muebles sacados a la vereda, el barrio transformado
en un tablado de la tragedia. También de la lucha, de la resistencia.
Y el llanto no era más que el
agua que aún bajaba de mi cabeza. Inevitable. Ayer estaba en el gimnasio y la
profe hizo un homenaje, porque una compañera perdió a su marido, porque otra perdió
a su mamá. Tan cercano, tan escalofriante. Porque perdimos tanto y tan
obligadamente. Porque el “perdí todo” de esos días fue un primer impulso de
bajar los brazos, pero fue después un barrio con sus brazos levantados,
cortando calles con los escombros porque la municipalidad no los juntaba,
vecinxs juntándose en la plaza, yendo a otras plazas, dándose voz.
Vuelve a ser un balance
positivo. Cambio obligado de frecuencia. Pero no basta para dejar de llorar
cada vez que veo las fotos, cada vez que siento el agua en mi cabeza. No
olvidar, no quedarse con los brazos cruzados, no dejar de sentirlo en la piel. No
dejar de abrazarnos.
Etiquetas:
colombina,
de penas y esos dias,
inundacion
Suscribirse a:
Entradas (Atom)