viernes, 15 de noviembre de 2013

Flores y peces


El sol se chorrea en la espalda
de quienes caminamos.
La tarde cae sobre los techos de constitución
y en los andenes corremos
porque alguien más corre.

Las filas enormes de gente dibujan
serpientes en la plaza.
El día cae sobre las espaldas apiladas
y en la esquina un semáforo rojo
entrechoca y esquiva pisadas.

Entonces, la siesta no buscada
los SÚPER panchos,
los heladosenvasotressabores a ocho pesos
las monedas para los hijos del hombre que tiene SIDA! (grita)
y las mujeres con bebés a upa, pasando por cada asiento

las gaseosas
los pebetes
y el chipá -calentito, caserito, el chipá-

la moneda que pido honradamente porque no me dan trabajo


El sol entra de costado por los perfiles en la ventana
que miran allá, que no miran
o sólo se sacuden con el vaivén del vagón
como nos sacudimos
con cada final de día, los sueños de la mañana.

Entonces, la parada
la tuya
el camino hasta tu puerta, el hilo
de agua que aún corre por la espalda.


Unos segundos antes, me paro en el estribo
veo la luz de la ciudad
que se disputa con la noche.
El cielo que no dice nada
me invita
a dejarme llevar por la luna.

Un señor reparte un fragmento de la biblia
y anuncia
la llegada de Cristo
después del diluvio.
Habla
y su voz se funde con el freno.


Mientras tanto,
me crecen
flores

y peces.